miércoles, 29 de mayo de 2013

desigualdad y concentración de la riqueza



La economía, la empresarial, micro para algunos, se basa en un solo principio. Quedarse la porción de la tarta más grande posible. La economía básicamente es una fábrica de riqueza, a través de la producción, consumo etc. y todo lo que conlleva eso que se llama flujo circular de la renta. Todos y sin excepción participan en la creación de riqueza, trabajando, emprendiendo o el estado en su actividad económica directa o indirecta (un sueldo de un funcionario por ejemplo, que se transforma en consumo). A su vez todos y cada uno participa en el reparto de la tarta, de la creación de riqueza global, vía salario, beneficios o impuestos. Cada uno extrae del sistema esa riqueza hacia sí, consumiéndola luego en parte y ahorrándola en otra. La capacidad de ahorro y consumo hace que se produzca una acumulación de riqueza desigual entre los distintos agentes: empresas, familias y estado (y dentro de ellas por su puesto, que no todas las empresas y familias son iguales). 
La característica básica es que el elemento primordial, primigenio, de creación de riqueza es la empresa. Básicamente a través de la plusvalía para los marxistas. Todo el mundo tenía esto claro en la época del boom industrial, con lo que la lucha por tener cada vez más trozo de tarta se basó en controlar aquello que era generador de riqueza, la empresa, la fabrica, para regular lo que se vertía en la economía y lo que se quedaba en propiedad el poseedor de la fuente de riqueza. No se dejaba repartir la tarta desde el inicio. Esto era el capitalismo industrial. Grandes fortunas de finales del SXIX y principios del XX se fundamentaros en la creación de grandes empresas, de su control directo. De aquí la visión de empresario/poseedor e incluso, gestor.

Con el afán de codicia, se ponía trabas a que parte de la riqueza generada se escapase hacia el resto de agentes. Básicamente a través del control de salarios, que muchas veces era de subsistencia, y de la presión hacia los estados para que adoptasen una política liberal basada en la no existencia de impuestos. De esta forma los dos agentes económicos que no controlaban la fuente de la riqueza tenían muy limitado el acceso a la acumulación. El pedazo de tarta que recogían estos agentes no propietarios era lo justo para la subsistencia, y a veces ni eso, con lo que era imposible ahorrar. La situación prolongada en el tiempo dio lugar a enormes diferencias en la posesión de la riqueza. Una pequeña parte de la población tenía una parte muy mayoritaria de la riqueza global y el resto subsistía. 
Con ello se ponían los elementos necesarios para un excelente caldo de cultivo de las revoluciones sociales, típicas del SXX y fueron una de las causas importantes, aunque no la única de las grandes guerras del siglo.
Al final de la segunda gran guerra Europa estaba cansada, harta y……aunque parezca mentira, mucho más igualada. Las fábricas habían ardido, el tejido productivo se había destrozado, las grandes empresas habían desaparecido. Las que mejor aguantaron fueron las pequeñas, las que menos podían perder, así que se regeneró la economía en base a esa igualdad después de un desastre. Los años siguientes a la firma de la paz fueron de gran actividad económica. Se pensó en los trabajadores no sólo como meros inputs empresariales, sino como potenciales compradores, clientes. Se cambió la mentalidad decimonónica respecto al trabajo y la empresa.
Y las personas que habían podido esconder o guardar parte de su gran tarta a salvo después de la gran guerra aprendieron una valiosa lección. Las tensiones hacen que lo puedas perder todo en un momento. Así que se impulsaron varias ideas para no repetir una guerra tan desastrosa en lo económico, plan Marshall, olvidar las costumbres de indemnización a pagar por los vencidos, Comunidades Europeas….

Pero lo más importante que se aprendió es a no ser el titular directo de algo que puede irse al garete. Y se creó el capitalismo financiero, mediante el cual se deja a la clase media que emprenda, son los que asumen el riesgo y el capital financiero presta, financia ese emprendimiento. De esta forma no se es titular, en un momento podemos vender las acciones y desaparecer del país convulso, se gana en coste de oportunidad, ya que hoy puedes invertir en un pueblo de Orense, y cuando se acabe la veta de la mina, venderlo todo e irte a por coltán al centro de áfrica. Todo a un click gracias a internet. Mientras los orensanos estarán tristes, atados a su tierra, el dinero puede viajar miles de kilómetros en un segundo. No sin ningún riesgo, pero si minimizándolo mucho. Nació así el capitalismo financiero y un nuevo proceso de acumulación desigual, esta vez, basado en la velocidad de las acciones económicas, buscar un nuevo trabajo o vender y comprar acciones de otra empresa. Se produce así un proceso de acumulación en pocas manos de nuevo, pero esta vez, los culpables son opacos, detrás de un ordenador, en un despacho, ajeno a la gestión y problemas de la empresa de la que es accionista. Esto es lo que la diferencia de la otra etapa de capitalismo industrial.

Además, el hecho de la increíble velocidad a la que pueden ejecutarse las acciones de compra/venta en todo el mundo, hace disparar la especulación. Se busca la rentabilidad en poco tiempo, no apostar por una industria, no emprender. El gran capital no es emprendedor, es especulador. Esto crea burbujas financieras al run run de una creencia o rumor. Se aleja cada vez más la economía real de la economía financiera. No importa que una empresa tenga beneficios para que suba el precio de las acciones. Importa la creencia del futuro comportamiento de esas acciones para ver reflejado hoy esas creencias en hechos. Se separa economía real de economía financiera en base a una creencia, un posible escenario futuro. La economía se convierte en una cuestión de fe.
Los propietarios del gran capital no cometerán la torpeza de intentar actuar en la economía por ellos mismos. No se arriesgarán a ser los propietarios de los medios de producción, les basta con tener asegurados los frutos. Prestan a cambio de un futuro reparto de la tarta. Aprendieron que los trabajadores son más útiles como consumidores, pero en época de crisis, de menos beneficios, se hace recortar sueldos para mantener la proporcionalidad del reparto.

Todo esto va enfocado a una creciente desigualdad del reparto de la riqueza. En cualquier estadística puede verse que es lo que ha estado pasando en los últimos años, sobre todo desde los años 80, tanto a nivel de los propios países, como la comparación entre países. (Hay un trabajo bastante bueno de UNICEF de agosto de 2012)

Es decir, cada vez los ricos son más ricos y los pobres más pobres. Los poseedores de capital cada vez son menos dueños directos de empresas y optan por préstamos, financiación y, en último caso, acciones. La tensión social puede crecer exponencialmente y el “enemigo” se ve difuso, como cuando se llama al servicio de reclamaciones de telefónica. No es bueno fumar en un polvorín. 

A todas estas, Alemania nos promete prestamos para nuestras empresas, de manera que lo que se produzca aquí revierta allí y lo de allí, allí. Que es otra forma de decir “lo mío para mí y lo demás a repartir”. Sin duda estaremos muy contentos, porque la situación a la que nos ha conducido este sistema hace que se acentué, aún más, el proceso de concentración de la riqueza. Más aún cuando, en época cercana a las elecciones, nos bajen los impuestos, no sin antes haber pagado la deuda, en mano básicamente de bancos españoles, endeudados con bancos extranjeros. De esta manera, cuando pase en vendaval, los bancos alemanes habrán cobrado de España lo que se les debía, se habrán financiado gratis durante 5 o 6 años, y tendrán pignorados los beneficios futuros vía préstamos que tan graciosamente se nos conceden. Y todo esto sin perder la moneda única que beneficia sus exportaciones (y nuestras importaciones, que pagamos con sus préstamos). Todo ello renunciando a una actuación política en la economía al anular la posibilidad de economía monetaria, secuestrada por el BCE, limitando la fiscal y prohibiendo por ley cualquier política anti cíclica. Y ahora voten a quien quieran que ya lo tenemos atado y bien atado. El proceso de concentración sigue en marcha. Todo ha cambiado para que nada cambie, y las políticas sociales comunes europeas o lo mecanismos automáticos de solidaridad entre países en casos de quiebras o dificultades ni están ni se les espera.

Así que buenas noches y buena suerte. Nos vemos en la siguiente explosión.

miércoles, 1 de mayo de 2013

República!!!




¿Es la monarquía un sistema democrático? Yo creo que no. Mi razonamiento se basa en la profunda convicción de que todas las personas son iguales ante la ley. No deberían ser, son. De manera que cualquier ley, disposición, o costumbre que viole este principio ha de ser ilegal, contraria a un estado democrático, ilegítima en definitiva. Si el Rey es el representante del estado español, es el jefe del estado, es parte del estado, pertenece a él, a ese estado democrático donde todos son iguales, pero al que se le reserva de forma hereditaria y en exclusiva la representatividad institucional. No puede ser cualquiera, ha de ser esa familia. Esto sería contrario a eso que llamamos democracia. 
En sentido estricto, la democracia es una forma de organización del Estado en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que confieren legitimidad a sus representantes. En sentido amplio, democracia es una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a mecanismos contractuales.

No hay mecanismos de participación alguno que confiera legitimidad al monarca, como representante del Estado que lo es. No me vale que se diga en la constitución y que ésta ha sido votada por todos. La constitución se aprobó en su momento por unas condiciones concretas, intentando escapar de una dictadura. Y de todas maneras una norma antidemocrática no puede ser legitima, aunque se llame constitución, de la misma manera que no podría ser legitima una norma que, aprobada por mayoría, legalizase la esclavitud, aunque esta legalización se incluyese en la carta magna, porque negaría un principio democrático, el principal, todos SOMOS iguales. Por esto, cualquier tipo de herencia de la representatividad del Estado es antidemocrática y, por tanto, ilegítima.

Hay quien vitorea el papel del Rey en la transición como condición de peso para legitimar la monarquía, sin embargo, igual o más peso en esa transición tuvo Adolfo Suarez y no se instauró como presidente vitalicio. De todas formas, aún reconociéndole sus aportaciones, no debería ser ello una trinchera para defender la monarquía hereditaria, ya que los hijos, y los hijos de los hijos, no han de vivir de lo que hizo el abuelo. Los herederos nada hicieron, nada han hecho, y no se sabe lo que harán. No se merecen ese derecho. Y si los herederos no se lo merecen, la institución, mucho menos.

Otros presentan curriculum. Nadie hay mejor preparado que el Rey (y sus descendientes) para representar al Estado con corrección, garantías y solvencia. Garantías y solvencia que curiosamente no se les exigen a otros representantes del mismo Estado. Para ser presidente del gobierno no hace falta ser economista, abogado, registrador de la propiedad, licenciado o fontanero. Por no hacer falta, no hace falta ni saber leer o escribir. Cualquiera puede serlo si se le vota en unas elecciones. Más concretamente si se le vota al partido que dirige, pero ese es otro cantar. No nos importa que el presidente del gobierno, el que hace las leyes, el que dirige el rumbo del país, sea un perfecto indocumentado, pero para firmar esas leyes, trámite burocrático, es mejor estar preparado. 
Por otra parte, si tan importante es que el rey sea un señor culto, instruido, preparado, lo mejor sería obligarle por ley. Mire usted es rey, pero para seguir siéndolo tiene que tener tres carreras, dos másters, y saber inglés. Pero no, es bueno que sea un tipo instruido, a la par que campechano, pero lo dejamos a su elección eso de formarse. Muy democrático. Le damos un cheque en blanco, haga lo que quiera, y legue a sus hijos el cheque. Todo muy democrático.

La monarquía es pues profundamente antidemocrática, a los políticos se les puede cambiar, al rey no, haga lo que haga, porque además tiene completa inmunidad legal. En un sistema democrático todos somos iguales, para bien o para mal, pero iguales. La monarquía es ser unos más iguales que otros, y eso no es democracia, es esnobismo, poder plantarse ante Francia y decirles que tenemos un rey y tu no. Monarquía es agachar la cabeza ante una familia por ser esa familia. Y yo me niego a agachar la cabeza, prefiero mirar a los ojos y juzgar al que tengo delante. De igual a igual, y que Dios o el Diablo reparta suerte.